La Organización Mundial de la Salud define el estrés como:
el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción
Visto así, el estrés no debiera ser un problema. Al contrario, sería una suerte de estímulo, una alerta.
El estrés se siente cuando existen cambios, tanto si son positivos (matrimonio, maternidad, mudanza,…), como negativos (muerte de un ser querido o enfermedad,…) y previsibles o imprevistos (accidentes, sustos,…). Ante estos acontecimientos, ya vengan del exterior como de interior, nuestro organismo reacciona para aumentar sus habilidades primarias y resolver la urgencia. Entonces se producen cambios físicos y mentales.
El corazón se acelera, las pupilas se dilatan, la piel palidece, aumenta la presion de sanguínea, se bloquea la salivación (se seca la boca); las respiraciones se vuelven superficiales y carentes de ritmo y tienen lugar cambios metabólicos y mentales que no deben distraer nuestra atención. Estas reacciones ocurren cuando se experimenta estrés, ya sea imaginario o real.
Si es un proceso puntual, se considera natural y, en pocos minutos, el organismo retorna a la normalidad.
Pero se convierte en un verdadero problema cuando ciertas circunstancias, tales como la sobrecarga de trabajo, las presiones económicas, el ambiente competitivo y la autoexigencia, entre muchas otras causas, se perciben inconscientemente como amenazas que provocan reacciones defensivas en la persona, tornándola irritable y sufriendo consecuencias nocivas en su organismo y, aún más, si se suceden por períodos prolongados.
La sensación interna, entonces, es la de estar en el limite y verse superado, lo que produce cambios muy sorprendentes en el funcionamiento del cerebro y en la constelación hormonal.
Esto nos hace descansar mal, no dormir, no relajarnos, estar nerviosos por todo, teniendo una sensación de angustia permanente, ansiedad, depresión, pánico, falta de ánimo y un constante deseo de huída de nuestras circunstancias e incluso de nosotros mismos.
Entonces pueden ocurrir dos cosas:
- la actividad cae por debajo del nivel normal ya que la energía se ha agotado (cansancio),
- si se persiste en la actividad, se cae en el agotamiento de todo el cuerpo o de cierto órgano (enfermedad).
Gran parte de los principales síntomas de estrés son físicos: Dolor de cabeza, palmas de las mano y/o pies humedecidas, dolor de espalda, hombros agarrotados, un nudo en el estómago o en la garganta, rechinar los dientes, fatiga, comer demasiado o demasiado poco, hemorroides, ojos cansados e irritados, abusar del cigarrillo, medicamentos, café etc.
Problemas de este tipo nos preocupan, distraen y ocupan mucho tiempo.
Además, estos dan paso al sufrimiento psicológico y emocional
Ejemplo de síntomas psicológicos
Irritación, depresión, nerviosismo, llorar, desconcentración, obsesión, confusión, distracción, indecisión, aburrimiento, olvidos o pérdida de memoria, sentirse presionado, rabia, tensión, miedo, culpabilidad, perder los estribos, …
Los estímulos estresantes dependen de factores biológicos, sociales o ambientales, como es el caso de catástrofes naturales, etc. pero, básicamente, el estrés es una cuestión personal. Eso quiere decir que mi estrés no es igual al de mi compañero de trabajo o al de mi mejor amigo.
Es una consecuencia de una reacción desbordada en mi persona y lo, importante, es conocerlo y romper el círculo vicioso. En yoga aprendemos que el estrés es una energía motivadora y que, el verdadero problema, es cuando esa energía nos controla a nosotros. Aprenderemos a ponerle freno a la actividad y a la emoción que se ha anidado en nuestro cuerpo, disminuyendo la tensión y aquietando la mente.
- Para vencer una emoción no deseada, lo primero que hay que hacer en Yoga es elongar el músculo, romper su nivel de tensión y posible contractura, para eliminar la coraza muscular que encierra esa emoción no deseada, transformando esa energía y cambiando nuestra sensación interna.
- El paso siguiente es cambiar nuestro ritmo respiratorio, para cambiar a su vez el ritmo cardiaco, por medio de una respiración diafragmática y serena, pausada y lenta, que nos lleve a la relajación y mayor oxigenación del organismo.
Así se reconoce la aportación de las técnicas de yoga que utilizan al cuerpo físico como sendero de liberación del espíritu. El tercer paso es cambiar nuestra actitud, abandonando las prisas y dejándonos espacio y tiempo para nosotros mismos, lo cual no es poca cosa. Y, sobre todo, no abandonar nunca la meditación, que nos proporciona el espacio y la conciencia para sentir el apoyo de nuestro Ser.
En definitiva, en el yoga encontramos medios útiles para el control de la emociones, con técnicas al alcance de todos que son una puerta, más que segura, a la tranquilidad y bienestar de cada ser humano.
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